La adolescencia es una etapa especialmente convulsa, llena de cambios físicos y psíquicos difíciles de traducir en palabras, que dificultan la comunicación de forma considerable. En ocasiones los adolescentes no dicen lo que sienten porque ni siquiera se entienden a sí mismos.
Por regla general, cuando un niño llega a la adolescencia, deja de comunicarse con sus padres de forma tan fluida como lo hacía antes ,ellos, como todos las demás personas ,necesitan tener su espacio privado y muchos padres, acaban convirtiendo en un interrogatorio policial los pocos momentos en los que entablan conversación con ellos.

¿Cuándo preocuparnos realmente?

Es aconsejable llevar a nuestro hijo a un psicólogo clínico, sólo si esa falta de comunicación fluida y aislamiento se da también en el resto de ámbitos de la vida, es decir, si presenta problemas de comunicación con amigos y profesores.
Para saber si esto está ocurriendo, hay que observarle, conocer y hablar con sus amigos y profesorado.

¿Cómo mejorar nuestra comunicación con ellos?

Debemos aprender a escuchar, ya que por lo general, cuando ellos hablan, sienten que no los estamos escuchando verdaderamente. Hay que dejar de hacer lo que estemos haciendo en ese momento para prestarles la atención que se merecen y tampoco debemos minimizar sus preocupaciones.

Escucharles es demostrarles, en definitiva, que nuestro interés por ellos va más allá de si han sacado buenas notas o de si tienen su habitación ordenada.

Como en otras ocasiones, ya hemos comentado desde la academia ESTUDI , lo importante que es para mantener abiertos los canales de comunicación reconocer sus logros y procurar razonar nuestras decisiones, aunque éstas sean inamovibles.

Otra recomendación es compartir el mayor número posible de actividades agradables con ellos, ya que refuerzan la confianza mutua , por ejemplo, ir a correr, ver una película, asistir a un espectáculo, viajar, ir de compras…

Un último aspecto importante a saber es la necesidad de intercambiar información mutuamente. No podemos pedirles que nos cuenten sus cosas, cuando en la mayoría de los casos, apenas saben nada de nuestro día a día (lo que nos acontece en nuestro trabajo diario, con los compañeros, los jefes o nuestros amigos). Si nosotros nos abrimos a ellos seguramente acortaremos distancias con nuestros hijos.

DEBEMOS HACER UN ESPECIAL ESFUERZO PARA SABER ESCUCHARLES, YA QUE, A PESAR DE SUS ANSIAS DE INDEPENDENCIA NUESTROS HIJOS SIGUEN NECESITÁNDONOS CADA DÍA, Y EN ESTA ETAPA ME ATREVERÍA A DECIR QUE INCLUSO MÁS.